Desde la caída del Comunismo en 1989, la República Checa (y especialmente su capital) ha evolucionado hasta convertirse en uno de los destinos turísticos más populares.
La ubicación de la República Checa en el corazón del antiguo Imperio Austrohúngaro ha vivido una larga historia de invasiones de distintas tribus, ejércitos conquistadores y dinastías triunfantes. Este pasado turbulento ha dejado un legado de cientos de castillos. Mire donde mire, parece haber una fortaleza coronando una ciudad o un romántico palacio de verano descansando tranquilamente ante un jardín de formas perfectas. El número y la variedad de castillos checos es simplemente sorprendente y va de las lúgubres ruinas góticas colgadas de una vertiginosa cumbre de roca hasta majestuosas mansiones barrocas.
La mejor cerveza del mundo mejorada aún más. Desde la intervención de Pilsner Urquell en 1842, los checos son famosos por producir algunas de las mejores variedades del mundo.
Todos los visitantes de la República Checa empiezan por Praga, la cuna de la cultura checa y una de las ciudades más fascinantes de Europa. Praga ofrece un casco antiguo medieval de arquitectura gótica que puede hacerle viajar en el tiempo a hace 500 años, al igual que el Puente de Carlos, del siglo XIV, que comunica dos barrios históricos sobre el río Moldava, con las murallas del castillo y las agujas de la catedral de San Vito coronando la ciudad. Pero la Historia no es la única protagonista de la capital. Se trata de un centro urbano muy vivo con una amplia gama de ofertas culturales y una escena culinaria que está emergiendo de nuevo.
La República Checa puede ser una nación moderna y progresista, pero también es un país lleno de tradición. Esto resulta más visible en Bohemia del Sur y Moravia, donde una cultura popular aún próspera chispea de vida durante la temporada de los festivales de verano. En esta época, las comunidades de Český Krumlov, Telč o Mikulov sacan sus trajes típicos, cogen sus instrumentos musicales (y sus vasos de vino) y cantan.